miércoles, 10 de enero de 2018

¿Consecuencias Negativas de la tecnologia?

      ¿Consecuencias Negativas de la tecnología?

cosas negativas de la tecnología 
1 Consumismo, en detrimento de los valores espirituales 
2 Contaminación del ambiente. 
3 Transformación de costumbres, modos de vida y visiones del mundo, estrés. 
4 Obsolescencia humana. Dificultad de adaptación del hombre a los avances acelerados de la tecnología. 
5 Estratifican social. El personal se categorismo de acuerdo al grado de capacitación que deriva en un mayor brecha entre ricos y pobres.

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¿consecuencias buenas de la tecnologia?

          ¿Consecuencias buenas de la tecnología?


1 aumentamos nuestro tiempo de ocio 
2 hay una gran disminución de esfuerzo 
3 generación de nuevos empleos "Crecimiento de económico " 
4 aumentamos nuestro nivel de vida 
5 lo mejor de todo disminución de nuestro jornada de trabajo 


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La tecnologia actual

                          LOS PROBLEMAS

Un estudio realizado por el Instituto de Juegos de Apuestas de la ciudad de Buenos Aires en base a un revelamiento a 200 profesionales realizado hace un tiempo, reveló que un 16 por ciento recibió consultas por problemas de chicos vinculados al juego.
Lo llamativo y preocupante fue, expresa la profesional, que las consultas en forma indirecta a partir de este problema, como falta de sueño, ascendió a un 39 por ciento. Otros motivos de consulta fueron el sobrepeso, en las chicas falta de menstruación e inflamación de la muñeca.
En estos tiempos la situación sigue siendo problemática. En un reciente estudio del que participó la doctora Dubuc, sobre 463 jóvenes como representativo de chicos de entre 12 y 19 años de la ciudad de Buenos Aires de colegios públicos y privados, se indica que un 14 por ciento de esta población tiene una relación de riesgo con dispositivos de juegos electrónicos ya que dedica más de cuatro horas diarias a jugar de esta manera.
El trabajo, que será presentado el próximo 16 de octubre en la Casa Cuna, y podrá consultarse en breve en www.institutodejuegos.gov.ar muestra que quienes sufren más esta situación son adolescentes con baja autoestima y bajo rendimiento escolar.
"Estas son situaciones en que familias y educadores deben estar atentos, son señales de alerta en las que se le debe dar consulta a especialistas que lo ayuden".
Duba recuerda la entrevista con la hermana de un chico con este problema que le dijo: "Mi hermano no tiene problema con los videojuegos, tiene problema con la vida".
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martes, 9 de enero de 2018

THE THIRSTY

                              LIBROS JUVENILES

A Julie Strauss-Gabel, sin la que nada de esto podría haberse hecho realidad Y después, cuando salimos a ver su lámpara acabada desde el camino, dije que me gustaba el brillo de su luz a través del rostro que parpadeaba en la oscuridad. Supongo que a cada quien le corresponde su milagro. Por ejemplo, probablemente nunca me caerá encima un rayo, ni ganaré un Premio Nobel, ni llegaré a ser el dictador de un pequeño país de las islas del Pacífico, ni contraeré cáncer terminal de oído, ni entraré en combustión espontánea. Pero considerando todas las improbabilidades juntas, seguramente a cada uno de nosotros le sucederá una de ellas. Yo podría haber visto llover ranas. Podría haber pisado Marte. Podría haberme devorado una ballena. Podría haberme casado con la reina de Inglaterra o haber sobrevivido durante meses en medio del mar. Pero mi milagro fue diferente. Mi milagro fue el siguiente: de entre todas las casas de todas las urbanizaciones de toda Florida, acabé viviendo en la puerta de al lado de Margo Roth Spiegelman. Nuestra urbanización, Jefferson Park, había sido una base naval. Pero llegó un momento en que la marina dejó de necesitarla, de modo que devolvió el terreno a los ciudadanos de Orlando, Florida, que decidieron construir una enorme urbanización, porque eso es lo que se hace en Florida con los terrenos. Mis padres y los padres de Margo empezaron a vivir puerta con puerta en cuanto se construyeron las primeras casas. Margo y yo teníamos dos años. Antes de que Jefferson Park fuera Pleasantville, y antes de que fuera una base naval, era propiedad de un tipo que se apellidaba Jefferson, un tal Doctor Jefferson Jefferson. En Orlando hay una escuela que lleva el nombre del Doctor Jefferson Jefferson y también una gran fundación benéfica, aunque lo fascinante y lo increíble, pero cierto, del Doctor Jefferson Jefferson es que no era doctor en nada. Era un simple vendedor de zumo de naranja llamado Jefferson Jefferson. Al hacerse rico y poderoso, fue al juzgado, se puso «Jefferson» de segundo nombre y se cambió el primero por «Dr.», con D mayúscula. Cuando Margo y yo teníamos nueve años, nuestros padres eran amigos, así que de vez en cuando jugábamos juntos, cogíamos las bicis, dejábamos atrás las calles sin salida y nos íbamos al parque, en el centro de la urbanización. Me ponía nervioso cada vez que me decían que Margo iba a pasarse por mi casa, porque era la criatura más extraordinariamente hermosa que Dios había creado. La mañana en cuestión, se había puesto unos pantalones cortos blancos y una camiseta rosa con un dragón verde que lanzaba fuego de color naranja brillante. Me resulta difícil explicar lo genial que me pareció la camiseta en aquellos momentos. Margo, como siempre, pedaleaba de pie, con el cuerpo inclinado sobre el manillar y con las zapatillas de deporte de color morado formando una mancha circular. Era un caluroso y húmedo día de marzo. El cielo estaba despejado, pero el aire tenía un sabor ácido, como si se avecinara una tormenta. Por aquella época me creía inventor, así que, después de haber atado las bicis, mientras recorríamos a pie el corto camino que nos llevaría al parque infantil, le conté a Margo que se me había ocurrido un invento llamado Ringolator. El Ringolator sería un cañón gigante que dispararía enormes rocas de colores a una órbita muy baja, lo que proporcionaría a la Tierra anillos muy parecidos a los de Saturno. (Sigo pensando que sería una buena idea, pero resulta que construir un cañón que dispare rocas a una órbita baja es bastante complicado.) Había estado en aquel parque tantas veces que me lo conocía palmo a palmo, así que apenas habíamos entrado cuando empecé a sentir que algo fallaba, aunque en un primer momento no vi qué había cambiado. —Quentin —me dijo Margo en voz baja y tranquila. Estaba señalando. Y entonces me di cuenta de lo que había cambiado. A unos pasos de nosotros había un roble. Grueso, retorcido y con aspecto de tener muchos años. No era nuevo. El parque infantil, a nuestra derecha. Tampoco era nuevo.